¿QUÉ ME PUEDO REGALAR?

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La verdad es que ahora trato de no tener un mal rollo con estas fechas navideñas. Y si le entras por fe o porque son días libres, ya está.  Y si es por la comilona y el compartir con tu familia, amigas y amigos bacán. De alguna manera, si estás pensando qué regalar, o qué regalarte, te recomiendo unos libros que me han parecido muy bacanos y que han sido una gran compañía en estos últimos meses.  Te dejo una brevísima descripción de algunos…

 

 

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Lo puedes encontrar en la Librería Communitas.

 

“TODAS DEBERÍAMOS SER FEMINISTAS” De Chimamanda Ngozi Adichie. Escritora, Dramaturga y Feminista nigeriana. Este libro te lo lees de un tirón, y al leerlo, sientes que estás conociendo a una nueva amiga. Chimamanda es inteligente, con ese sentido del humor que podemos tener solo las mujeres. Lo siento chicos, pero es así. Su forma de ver y sentir su feminismo, me parece honesto y cálido. Ninguna de estas emociones están disociadas la una con la otra.

 

 “La situación actual en materia de género es muy injusta. Estoy rabiosa. Todos tendríamos que estar rabiosos. La rabia tiene una larga historia de propiciar cambios positivos. Si eres mujer, no tienes que expresar rabia. Enseñamos a las chicas a tener vergüenza. “Cierra la piernas.” “Tápate.” Les hacemos sentir, que, por el hecho de nacer mujeres, ya son culpables de algo. Lo que sucede es que las chicas se convierten en mujeres que no pueden decir que experimentan deseo. Que se silencian a sí mismas. Que no pueden decir lo que piensan realmente. Que han convertido el fingimiento en arte. Hay quien dice que las mujeres están subordinadas a los hombres porque es nuestra cultura. Pero la cultura nunca para de cambiar. La cultura no hace a la gente. La gente hace la cultura. Mi bisabuela era feminista. Se escapó de la casa del hombre con el que no se quería casar y se casó con el hombre que había elegido ella. Cuando sintió que la estaban despojando de sus tierras y sus oportunidades por ser mujer, ella se negó, protestó y denunció la situación. Ella no conocía la palabra «feminista». Pero eso no quiere decir que no fuera feminista.»

 

 

 

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Lo puedes encontrar en la librería Communitas.

 

“QUERIDA IJEAWELE. CÓMO EDUCAR EN EL FEMINISMO” De Chimamanda Ngozi Adichie – Escritora, Dramaturga y feminista nigeriana. Este libro ya lo tengo marcado para cuando alguna de mis amigas decida ser madre. Me hubiera gustado tenerlo cuando yo empecé en este viaje de la maternidad. No lo he hecho tan mal, pero porque lo hice a mi manera y no fue fácil, porque al final, todo el mundo siempre se mete cuando no haces las cosas como «se debería.” Chimamanda escribe 15 sugerencias, siempre de manera cálida y directa. Este libro surge a partir de la pregunta que su mejor amiga le hace cuando fue madre de una niña.  ¿Cómo criar a su hija para que sea feminista?  La verdad es que es un lindo regalo.

 

“DÉCIMA SUGERENCIA – Fíjate en como tratáis el tema de su apariencia.  Anímala a practicar deporte. Enséñale a ser activa físicamente. Pasead juntas. Nadad. Corred. Jugad al tenis. Al fútbol. Al ping-pong.  A toda clase de deporte.  Permítele descubrir la valía de ser activa. Los estudios indican que las chicas suelen dejar de practicar deportes en la pubertad. No me sorprende. Los pechos y los complejos pueden interferir con el deporte: yo dejé de jugar a fútbol americano cuando me crecieron los pechos porque lo único que quería hacer era ocultar su existencia. Trata por favor que a ella no le pase lo mismo. Si le gusta el maquillaje, deja que se maquille. Si le gusta la moda, deja que se arregle. Pero si no le gusta ni una cosa ni la otra, déjala tranquila. No creas que criar a una feminista consiste en rechazar la feminidad. Feminismo y feminidad no se excluyen mutuamente. Es misógino sugerir lo contrario.”

 

 

 

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Este lo compre en La Libre, creo que ahora lo puedes encontrar en Escena Libre.

“ÉTICA PROMISCUA” De Dossie Easton y Janet W. Hardy.  Escritoras y Educadoras sexuales estadounidenses. Este libro es interesante, claro que el título es llamativo. Pero además, es un libro donde las autoras abordan cómo suele ser nuestra comunicación (por lo general muy mala) cuando estamos con una pareja o con varias parejas, sí poliamor.  Lo lindo es que también abordan cómo es la comunicación entre todo tipo de familias. Sí, diversidad en familias. Para nada es un libro de autoayuda, pero debería estarlo en esa sección, porque te ayuda un montón a conocerte y sobre todo, porque nos plantean esas preguntas incómodas que a veces no nos la queremos hacer.

 

“Un precepto básico de la comunicación íntima es que cada persona se haga responsable de sus propios sentimientos.  Nadie “te hace sentir celos o inseguridad”: la persona que te hace sentirte de esa manera eres tú. No importa lo que esté haciendo la otra persona, lo que tú sientes como respuesta está decidido dentro de ti. Incluso cuando alguien deliberadamente intenta herirte, tú eliges cómo sentirte. Puedes sentirte enfadada, herida, asustada o culpable (una de las autoras fue educada como católica, así que fue entrenada para sentirse culpable por cosas increíbles). La elección, no consciente normalmente, sucede dentro de ti.   Entender esto no es tan sencillo como suena. Cuando te sientes fatal, puede ser duro aceptar la responsabilidad por cómo te sientes: ¿No sería más sencillo si fuese culpa de otra persona?  El problema es que cuando culpas a otra persona de cómo te sientes, te quitas la capacidad de encontrar tú las soluciones.  Hacerte responsable de tus sentimientos resulta básico para entender los límites donde tú terminas y la otra persona comienza y es el primer paso perfecto hacia la autoaceptación y el amor por uno mismo.»

 

 

 

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Este lo encontré en la Librería Communitas

“SOLTERONA” De Kate Bolick. Periodista norteamericana. Este libro me atrajo por su edición, es muy bonita, tienen que verlo. Luego, al leerlo, delicia total. Sentí que conocía a una nueva amiga, muy divertida, que a su vez, me presentaba a otras mujeres que, desde sus fueros más íntimos comenzaron a marcar un camino para que nosotras aquí y ahora, 2017, tengamos menos problemas que ellas.  Kate nos cuenta la historia de estas mujeres, de la mano con sus propios sentimientos, contradicciones y experiencias sobre “eso” que nos dicen a las mujeres que decidimos ser “solteronas.”

 

 

“¿Cómo embarcarte a la edad adulta cuando no sabes hacia dónde te diriges?  Mirara donde mirara, las mujeres llevaban una vida que yo no quería para mí. Estaba la ejecutiva sin hijos, mi jefa, la mujer más ambiciosa que había conocido en mi vida, una mujer que se había hecho a sí misma desde la nada hasta alcanzar la cumbre, en el aspecto empresarial, y que se movía por la oficina echando pestes de todo con el ceño siempre fruncido y sólo veía a su marido los fines de semana.

Estaba la ex-esposa, la madre de un amigo, cuyo marido la había dejado por una mujer más joven. Nunca había trabajado y su lucha por buscar una identidad ahora que ya no estaba casada resultaba dolorosa de presenciar; su soledad y su desesperación le suponían un vacío que no sabía cómo llenar.

Luego estaba doña Perfecta, la vecina a la que veía todas las mañanas de camino al metro, saliendo de su preciosa casa a toda prisa y agobiadísima, con el pelo aún mojado por la ducha, papeles escapándosele del maletín, gritando instrucciones a la niñera sobre qué dar de cenar los niños porque iba a volver muy tarde. No era mucho mayor que yo; si no me andaba con cuidado, podría acabar siendo ella.

Todas esas mujeres habían sido jóvenes como yo, con una fantasía sobre por dónde iría su futuro. Algo fallaba.”

 

 

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Este libro lo he visto en varias librerías.

“CÓMO SER MUJER” De Caitlin Moran. Periodista británica. Este libro me lo recomendó una amiga, me dijo: Te vas a cagar de la risa. Y así fue. Me divertí demasiado. Es válido cuando nuestras críticas son hechas con rabia y furia, pero también lo son, cuando son hechas con humor y sarcasmo. Desde la rebeldía y con placer. Así es este libro, divertidísimo y rebelde.  También me hizo reflexionar un montón. De hecho, lo tengo marcado para regalar a alguna adolescente, es perfecto como libro de cabecera. Caitlin quedó marcada a los 15 años luego de leer La Mujer Eunuco (que también se los recomiendo) de Germain Greer.

 

“La mujer eunuco es como alguien que entra corriendo en el dormitorio, mi dormitorio, gritando “¡Oh dios mío!” y dispara un fuego de artillería dorado. Greer tiene esa velocidad imparable de los que juegan hasta el límite de sus posibilidades. No entiendo la mitad de lo que escribe. A los quince años, aún no he cruzado con nada que pueda llamar machismo en el trabajo, aversión a las mujeres o, por su puesto, un pene que pueda ser estimulado o acariciado. La mitad de lo que leo me desconcierta muchísimo. Germaine hace que ser mujer, el sexo completamente marginado, denigrado, silenciado y oprimido, parezca de repente algo fascinante. En pleno siglo XX, una época esclava de la novedad, la mujer resulta ser lo más novedoso de todo. Estoy tan emocionada por ser una mujer que, si hubiera sido hombre, me habría cambiado de acera.

Quizá te estés preguntando: ¿Soy feminista? Así que aquí tienes el modo más rápido de averiguar si eres feminista. Ponte manos a la obra.

-¿Tienes vagina?     

– ¿Quieres responsabilizarte de ella?

Si en ambos casos has contestado que “sí”, entonces ¡enhorabuena! Eres feminista.»

 

 

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Lo he visto en la librería Planeta.

“MALA FEMINISTA” De Roxane Gay. Profesora, escritora y editora estadounidense de familia haitiana. La conocí en una de las charlas de TED Talks, y me hizo pensar mucho sobre eso que llaman el feministrómetro. ¿Qué te hace más o menos feminista? Para mí, no hay nada que lo haga, pero no se puede negar que aún hay espacios en que las propias feministas te miden, en fin. Había escuchado de este libro y quería leer a una mujer que también se sintiera que era una  mala feminista. ¡Yo no era la única!  Lo  conseguí  en el FNAC, pero ya está por estos lares. Este es un libro que compila todos los artículos de Gay, utiliza muchos referentes e iconos culturales contemporáneos. Ella te habla sobre cine, música pop y rap, movimientos sociales, novelas de amor, y claro, también de sus propios conflictos y procesos a lo largo de su vida, como mujer, como educadora, y como mala feminista. Una capa.

 

 

“¿Cómo conciliar las imperfecciones del feminismo con todo el bien que puede hacer? En verdad, el feminismo tiene sus fallos porque es un movimiento impulsado por personas y las personas son intrínsecamente imperfectas. Cuando el feminismo no cumple nuestras expectativas, sacamos la conclusión de que el problema es del feminismo en sí y no de las personas imperfectas que actúan en su nombre. Acepto abiertamente la etiqueta de mala feminista. Y lo hago porque no soy perfecta, soy humana. Soy complicada. No pretendo ser un ejemplo. No pretendo ser perfecta. No pretendo decir que tenga todas las respuestas. No pretendo decir que tenga la razón. Solo pretendo defender aquello en lo que creo, hacer algo de bien en este mundo.

Cuando me llamaban feminista en aquella época, lo primero que pensaba era: Pero si yo hago mamadas de buena gana. Llegué a pensar que no se podía ser feminista y sexualmente abierta a la vez. Cuando me llamaban feminista, yo oía: “eres una víctima rabiosa que odia el sexo y a los hombres”. Esta caricatura es la imagen deformada de las feministas que han creado las personas que más temen al feminismo: las que más tienen que perder cuando el feminismo triunfa.

Me enfado cuando las mujeres reniegan del feminismo y rehúyen la etiqueta feminista, pero luego dicen que defienden todos los avances surgidos gracias al feminismo, porque veo una desconexión que no tiene razón de ser. El feminismo es una elección, y si una mujer no quiere ser feminista, está en su derecho, pero aún así es mi responsabilidad luchar por sus derechos. Creo que el feminismo se fundamenta en defender las elecciones de las mujeres aún cuando una misma no elegiría lo mismo.»  

 

 

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Este libro también lo he visto en varias librerías.

“CUENTOS DE BUENAS NOCHES PARA NIÑAS REBELDES” De Elena Favilli y Francesca Cavallo, ambas Creativas italianas.  Este libro es una belleza en todo sentido. Compila 100 historias de mujeres de todas partes del mundo, con ilustraciones de artistas mujeres también de diferentes esferas del planeta. Además, este libro nació del crowfunding, es decir, que muchas personas apostaron para que se hiciera realidad. Narrado a modo de cuento infantil, puedes encontrar la historia de Margaret Hamilton, científica computacional; Grace O´Malley, pirata, Policarpa Salvatierra, espía; Millo Castro, percusionista, y otras 96 historias más. Todas las historias son de mujeres que rompieron el molde, que volaron y que son una inspiración para todas.

 

 

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Este lo compre en La Libre, creo que ahora lo puedes encontrar en Escena Libre.

“SOBRE MENTIRAS, SECRETOS Y SILENCIOS” Adrienne Rich, Poeta, Intelectual, Crítica, feminista y Activista lesbiana estadounidense. ​​​

Este es un clásico del feminismo, que los hay muchos. Es de la colección “La cosecha de nuestras madres”, en esta colección van a encontrar a mujeres increíbles. Este libro en particular me gusta mucho, porque Adrienne hace que en cada página te indagues, te preguntes, te cuestiones y sin miedos. No me atrevería a decir que es un libro teórico, para que no se asusten, pero lo cierto es que, es importante conocer la teoría y de diferentes fuentes, para ir construyendo nuestros propios pensamientos, sentires y haceres.

 

“Si es estimulante estar viva en un tiempo de despertar de la conciencia, puede también ser confuso, desorientador y doloroso. Este despertar de la muerte o de esta conciencia dormida ha afectado ya la vida de miles de mujeres, incluso las de aquellas que todavía no lo saben, como también está afectando la vida de los hombres, incluso de aquellos que niegan las demandas feministas.

Re-visión, el acto de mirar atrás, de mirar con ojos nuevos, de asimilar un viejo texto desde una nueva orientación crítica, esto es para las mujeres más que un capítulo de historia cultural: es un acto de supervivencia. Hasta que comprendamos las suposiciones en que hemos estado ahogadas no podremos conocernos a nosotras mismas. Y esta urgencia de autoconocimiento, para las mujeres, es más que una búsqueda de identidad, es parte de nuestro rechazo al carácter autodestructivo de la sociedad de dominación machista, esto es clave para conocer de cómo vivimos, de cómo hemos vivido, de cómo nos han educado a imaginarnos a nosotras mismas, de cómo nuestro lenguaje nos ha atrapado tanto como nos ha liberado, de cómo el acto mismo de nombrar ha sido hasta ahora una prerrogativa masculina, y de cómo podemos empezar a ver y a nombrar y por lo tanto a vivir de nuevo.”

 

 

 

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Este lo compré en el FNAC, pero creo haberlo visto en la librería Communitas

“FEMINISMO PARA PRINCIPIANTES” De Nuria Varela, Escritora, Experta en violencia de género, Profesora y Reportera española.   Desde el título de este libro ya te puedes imaginar de qué va. Nuria te ayuda a entender muchos de los términos que puede que hayas escuchado o leído y no los hayas entendido del todo. Es un libro esencial de consulta y lo lees de un tirón. Además, es súper interesante porque también te hace un recorrido por las diferentes olas del movimiento feminista, que no es solo una práctica, sino que también es una propuesta teórica, filosófica y un modo de ver y entender el mundo. Acá conocerás a Victoria Sau, que también te la recomiendo muchísimo, cuando la lees te revienta el cerebro.

 

“El feminismo es un impertinente. Es muy fácil hacer la prueba. Basta con mencionarlo. Se dice feminismo y cual palabra mágica, inmediatamente, nuestros interlocutores tuercen el gesto, muestran desagrado, se ponen a la defensiva o, directamente, comienza la refriega.

El feminismo es un discurso político que se basa en la justicia. El feminismo es una teoría y práctica política articulada por mujeres que tras analizar la realidad en la que viven toman conciencia de las discriminaciones que sufren por la única razón de ser mujeres y deciden organizarse para acabar con ellas, para cambiar la sociedad. Partiendo de esta realidad, el feminismo se articula como filosofía política y, al mismo tiempo, como movimiento social.

La toma de conciencia feminista cambia, inevitablemente, la vida de cada una de las mujeres que se acercan a él… Para millones de mujeres, el feminismo, ha sido una conmoción intransferible desde la propia biografía y circunstancias, y para la humanidad, la más grande contribución colectiva de mujeres. Removió conciencias, replanteó individualidades y revolucionó, sobre todo en ellas, una manera de estar en el mundo”.

 

 

 

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Este libro lo he visto en la librería Communitas, en Planeta y en SBS.

“EL CUENTO DE LA CRIADA” De Margaret Atwood Poeta, Novelista, Crítica literaria, Profesora y Activista política canadiense.  Luego que vi la serie “Alias Grace” adaptada de un libro de Margaret Atwood, fui corriendo a comprar este libro. Aún no lo acabo, me acompaña a cerrar cada noche. Uf, qué decirles, es demasiado real, cercano y, sobre todo, tan de nuestras épocas que están dando tanto debate con el tema de las maternidades subrogadas. El libro no deja de atravesarte, y a pesar de que sabes que es un libro de ficción, sabes que lo que Atwood narra, está ocurriendo en estos precisos momentos. Me quedo con esta frase:

“Los cambios pueden ser rápidos como un rayo.”

CUERPOS NEGROS, CUERPOS NUESTROS.

El cuerpo de las mujeres es un tema que siempre ha estado presente y me ha perseguido durante años, pues no dejaba de preguntarme si los cuerpos que aprendí a ver en las pantallas de televisión eran cuerpos reales, ya que, el contraste entre realidad y ficción, era abismal. En mis primeros años de estudios como realizadora audiovisual, comencé a repetir estos patrones estéticos que marcaban la norma –cuerpos de ficción–  sin cuestionarme a quienes se mostraba o a quienes no. Fue durante mis primeros trabajos en diferentes medios de comunicación, como canales de señal abierta,  de cable, y casas productoras, que el tema del cuerpo comenzó a cobrar un interés mayor, pues el silencio de los otros cuerpos era rotundo. Ni en la publicidad, ni en los programas televisivos, se mostraba esos cuerpos que veía en lo cotidiano, y en caso lo fuesen, solo estaban presentes en programas de corte cómico, o, desempeñando roles subalternos como cocineras o de una ama cuidadora complaciente. Estoy refiriéndome a esos otros cuerpos, cuerpos de mujeres indígenas, cuerpos de mujeres campesinas, cuerpos de mujeres negras como el mío.

Fue al ingresar a estudiar la segunda carrera donde mi interés por el cuerpo cobro un enfoque más académico. Siendo motivo de lecturas y hallazgos sobre cómo se construyen los cuerpos y quiénes lo construyen. Ello me llevo a confirmar lo que había venido sintiendo durante este largo periodo, que los cuerpos son pensados y construidos desde la raza, la clase y el sexo, y que de hecho, responden a toda una estructura de poder y dominación.

Son muchos los mecanismos que se utilizan para categorizar a los cuerpos, ya sean cuerpos inscritos, cuerpos escritos, cuerpos adscritos o cuerpos descritos.  Mi activismo feminista me sirvió –de alguna manera– como primer acercamiento a los cuerpos de las mujeres, pero la mayoritaria ausencia de esos otros cuerpos, continuaba al interior de estos espacios. Todo esto, me llevo a preguntarme,  ¿Dónde están esos otros cuerpos?  ¿Qué están construyendo? ¿Les estamos escuchando?

Finalmente, este proceso, me llevo a plantearme la pregunta: ¿Cómo construyo mi identidad? ¿Cómo siento mi corporeidad? Y sobre todo, ¿Cómo otra subjetividad define mi cuerpo? Es entonces, que pude palpar mi propia negritud, y cómo esta se ha visto afectada –consiente o inconscientemente– por pertenecer a un reducido grupo de mujeres negras que han podido tener estudios superiores, y acceder a espacios donde las mujeres negras no pueden ingresar, pues los modelos estéticos continúan siendo un filtro para los cuerpos racializados. Es por esto, mi interés por conocer qué piensan y sienten las mujeres negras sobre su identidad y corporeidad, en el espacio más íntimo como son los hogares, cobro importancia para mí. Ya que, es en este espacio, donde las mujeres negras –desde siempre–  hemos encontrado un lugar de resistencia y cobijo, frente al escenario de lo público, de la calle, de la escuela, del barrio, que es donde continúanos siendo objeto de burla, insultos y discriminación.

Liuba Kogan (2010), señala que: “no resulta habitual que el investigador se ubique como un ser concreto, encarnado en un cuerpo, para señalar desde qué marcas se enfrentará a su investigación (…) y no pensar solo con la mente, sino también con el cuerpo” (Kogan, 2010, XVIII).

Es por ello, que desde mi cuerpo e identidad negra me pronuncio, y trataré de plantear algunas preguntas más que certezas, con la intención de abrirnos quizás, a nuevas preguntas.

EL PUEBLO NEGRO.

En la actualidad, la comunidad afroperuana enfrenta una serie de problemas que no son reconocidos por el Estado. El Perú, se reconoce como país pluriétnico y pluricultural, en donde confluyen alrededor de 47 a 51 diferentes etnias, (INDEPA y MINEDU) cada una de estas etnias tienen sus respectivas lenguas y cosmovisiones y la mayor parte de estos grupos son reconocidos en la constitución peruana. Este reconocimiento ha permitido que se implementen y desarrollen políticas y acciones para promover la equidad y la plena participación ciudadana de estos grupos étnicos. Sin embargo, cuando nos referimos al pueblo afroperuano, este aún queda excluido de los planes y políticas del gobierno. Esto pasa también, porque constitucionalmente no se ha reconocido a la comunidad afroperuana como un pueblo integrante de la nación que contribuyó y contribuye a la consolidación de la nación e identidad como país.  Jorge Ramírez, presidente de la asociación negra de defensa y promoción de los Derechos Humanos (ASONEDH) señala:

“Los pueblos indígenas andinos y pueblos indígenas amazónicos cuentan con un reconocimiento constitucional conforme al Art. 89 de la Constitución política del Perú, bajo la denominación de comunidades campesinas y nativas; las mismas tienen existencia legal y son personas jurídicas” (CEDEMUNEP 2010:17).

Entonces, cuando se habla del pueblo afroperuano, es considerado como parte de una minoría poblacional, por ello no se le toma en cuenta como grupo beneficiario directo para políticas y acciones concretas por parte del Estado. El último informe del PNUD enfatizaba que este grupo registraba los menores niveles de desarrollo en comparación con otras poblaciones. Por su parte, la Defensoría del Pueblo (2011), da cuenta que: “la población afroperuana vive en un estado de vulnerabilidad, invisibilización y postergación generando un impacto negativo en su ejercicio ciudadano”. Indica también, que dentro del Plan Nacional de Derechos Humanos se han diseñado normativas para atender esta situación, sin embargo, no se han cumplido. Los datos poblacionales que se manejan sobre la población afro-descendiente es que son 3 millones de personas aproximadamente, es decir, que representan entre el 8%  y 10% de la población total peruana. Asimismo, es prescindible establecer las difíciles condiciones en la que se encuentra este grupo, además de sufrir discriminación estructural y desigualdad social, enfrenta serios problemas a nivel educativo, pues el 13,8% de la población afroperuana en edad escolar, no está matriculada. A nivel secundario de 69,9% matriculados solo el 50,3% termina sus estudios secundarios y solo el 2% de estos llega a culminar sus estudios universitarios[1]. Esta problemática se complejiza cuando nos referimos a las mujeres afroperuanas, pues se infiere que las cifras serían mayores, ya que es difícil encontrar y determinar datos exactos desagregados sobre el pueblo afroperuano. Otro gran problema a esta situación es la baja autoestima al interior de la comunidad afroperuana, afectando la forma de percibir su identidad negra. Este impacto ha sido el resultado de una larga historia de racismo y exclusión, pues la categoría de ser “negro” no solo tiene connotaciones negativas para la sociedad peruana, sino que también, está asociado a lo feo, lo malo, lo bajo, a lo abyecto.

En la república en el Perú, los primeros cincuenta años de su fundación fueron fundamentales, pues se generaron cambios en la edificación de la ciudadanía, en las relaciones sociales y en las relaciones de género. Es el momento, donde la percepción y categorización de un otro u otra será a partir del color de la piel.  Se empieza, una construcción histórica sobre los límites de quiénes están dentro y quiénes quedan fuera en la escala social peruana. La investigadora Alicia del Águila (2003), realiza una mirada corporal de la historia, y reconstruye a partir de las corporeidades diferentes aspectos de un orden social que se fue instaurando en el Perú. La autora describe cómo los maquillajes y blanqueadores de piel comenzaron hacer usados por las mujeres peruanas, pues es a mediados del siglo XVIII donde empiezan a instaurarse los cánones estéticos e ideales de belleza a partir de la blancura de la piel. Se comienza a establecer un orden en la jerarquía social basado en ideales de blancura y belleza, fundando la interrelación entre belleza, decencia, estatus y blancura.

Este es el comienzo en el que la piel empieza a ser un problema social, pues era el indicador de la posición social a la que se pertenecía. De este modo, se instauraron las categorías raciales y su ubicación dentro de la jerarquía peruana. Siendo las mujeres las más sensibles a este ordenamiento, pues, dependía de su blancura su posición en la escala social, además, era “en la imagen femenina –esposa o hija– que se depositaba buena parte del prestigio de las familias”. (Del Águila, 2003,74) Con ello, se establece, que el aparentar una piel más blanca dependía la entrada a una escala de mayor jerarquía dentro de la estructura social peruana. Del Águila[2] hace una revisión de los avisos en los diarios de la época, en los cuales, la promoción de productos que proveyeran el ideal de belleza o de purificar la sangre eran prácticas cotidianas y  normales:

Leucodermina: Cosmético oriental. La belleza es hija de la limpieza y exige muchos cuidados…ella manifiesta el brillo de la civilización y el lujo…” (El comercio, 5 de junio de 1868)

 

 SANGRE PURA = CUTIS BLANCO = CONSTITUCIÓN HERMOSA Asegurados por el uso de la gran medicina del Dr. Radway” (El Comercio, 21 de junio de 1861)

 

En la actualidad, estas formas de “pensarse la piel” pasa por lo que se denomina la paleta de colores, esta pretendida gama validada por el entorno social, determina quién es más o menos negra o negro, o, qué rasgos fenotípicos te ennegrecen más o menos. De igual forma, al denominarse “morena”, “zamba” o “piel canela” negando la condición de negritud, traduce las distorsiones que prevalecen en las subjetividades de muchas mujeres afroperuanas, pues todas estas características subyacen en el imaginario social peruano, producto de un sistema republicano de castas.

Aníbal Quijano en sus estudios sobre la colonialidad del poder, explica cómo estas categorías e ideas en torno a la raza fueron los fundantes en la formación de las relaciones sociales, dando origen a nuevas identidades con una connotación racial. Estableciéndose, de esta manera, la categoría de raza, como un elemento clasificatorio en las sociedades de América Latina y fundando las relaciones de dominación, superioridad e inferioridad. Investigadoras como Ochi Curiel, Yuderkys Espinoza, Sueli Carneiro entre otras, señalan que dentro de la conformación de la sociedad colonial en Latinoamérica, las mujeres negras fueron totalmente invisibilizadas o confinadas a vivir diferentes tipos de opresión por el color de la piel, y, por su condición de mujeres.

Quedando claro que las mujeres negras han tenido y tienen una experiencia histórica diferenciada que el discurso clásico sobre la opresión de la mujer y estudios pos-coloniales no han logrado recoger del todo. Pues la mujer negra, no encaja dentro del modelo de la fragilidad occidental, ni son parte de los cánones estéticos, pero sí, caen en estereotipos en las cuales las confinan en representaciones que las hipersexualiza o las animaliza. De igual forma, estas investigadoras han aportado un riguroso análisis evidenciando la división del trabajo de las mujeres negras, en la cual, las esferas públicas y privadas nunca fueron separadas, ya que, desde los tiempos de la esclavitud, las mujeres negras siempre trabajaron en las calles y en las casas.

La escritora Kate Millett (1969), desarrolló el concepto de “política sexual”[3] y sostiene que las relaciones sociales tienen jerarquías, pero que además, estas se fundan sobre la base del sexo, y a la vez, se encuentran impregnadas de relaciones de poder y control político, es decir, “un grupo queda bajo el control de otro grupo” (p.69). Esta política sexual es socializada y aprobada por ambos sexos, pues el Estado –en general los estados–  han ejercido el control y difusión de este tipo de discursos. Haciendo uso de diversos dispositivos de socialización, los estados han logrado afianzar y consolidar el mito de la superioridad masculina. Asignándoles a las mujeres, la reproducción y el cuidado de la prole, el cuidado de ancianos y enfermos, todo esto, en el ámbito de lo privado.  Y a los hombres, se les asigno el rol de proveedores y de producción en el espacio público.

Este brevísimo resumen sobre la política sexual de los cuerpos, nos sirve para señalar la posición de desventaja de las mujeres en las relaciones sociales, culturales, políticas y económicas. Esta teoría, como otras, nos acercan a las relaciones de jerarquías que se establecieron por un sistema sexo-género, sin embargo, muchas de estas teorías sobre lo público y lo privado carecen en sus enfoques de la variable de la raza, y es que la problemática planteada por el sistema sexo-género se intensifica cuando la raza es incorporada, pues el concepto de raza descansa en distinciones y diferencias que han validado prácticas de opresión y discriminación. Omitir la centralidad de la cuestión de la raza en las jerarquías de este sistema invisibiliza los procesos de subordinación y violencia entre blancas/os y no blancas/os. Asimismo, revela un distanciamiento de la realidad vivida por las mujeres negras[4].  Sueli Carneiro enfatiza que la experiencia histórica de las mujeres negras se diferencia de la opresión que sufren las mujeres blancas occidentales. Pues las mujeres negras, siempre trabajaron durante siglos como esclavas labrando la tierra o en las calles como vendedoras o prostitutas.

Nosotras –las mujeres negras– formamos parte de un contingente de mujeres, probablemente mayoritario, que nunca reconocieron en sí mismas este mito de la fragilidad femenina, porque nunca fueron tratadas como frágiles (…) Mujeres que no entendían nada cuando las feministas decían que las mujeres debían ganar las calles y trabajar. (Carneiro, 2005,22)

La mirada que se tenía y se tiene sobre los cuerpos de las mujeres negras, entra en la categoría de cuerpo-objetos, pues desde la colonia fueron reducidas al rol de reproductoras de esclavos, amas de leche o como objetos sexual de los amos. Esta instrumentalización de los cuerpos de las mujeres negras continúa viéndose en diferentes formas, desde bromas cotidianas, aparentemente inofensivas, hasta en la forma en la que son representadas en los medios de comunicación. Gracias a la producción del feminismo negro y latinoamericano, en la actualidad, podemos contar con estudios que muestran las diversas formas en que las mujeres negras se resistieron a la esclavitud, abortos auto-inducidos para evitar que sus hijos e hijas fueran esclavizados fueron formas cotidianas de protesta y resistencia de las mujeres.

«El abuso sexual a las mujeres negras eran las condiciones diarias de vida. (…) Las mujeres negras se han practicado abortos a sí mismas desde los primeros días de la esclavitud. Muchas mujeres se negaban a traer niños a un mundo de eterno trabajo forzoso, (…) Los abortos y los infanticidios eran actos de desesperación que no obedecían a un rechazo al proceso biológico en sí de la fecundidad, sino a las condiciones opresivas de la esclavitud”. (Davis, 1981: 205)

También se han demostrado otras formas radicales y arriesgadas que tenían las mujeres para salirse de la lógica y de la realidad esclavista, como las diversas fugas de mujeres de diversas edades y naciones. Por ello, la relevancia de establecer la naturaleza interconectada entre raza, clase y género para el análisis de la realidad de las mujeres negras.  

Cuando nos referimos al cuerpo de la mujer negra en el imaginario peruano, podemos notar que este siempre ha estado relacionado a lo desbordante y sensual, produciendo sensaciones de disponibilidad y lujuria. Estas relaciones han devenido producto del estado oligárquico peruano de los siglos XIX y XX, que tenía como ideología implícita el racismo científico[5]. Varios de los pensadores peruanos reflejaron en sus escritos y ensayos este tipo de pensamiento, como por ejemplo, José Carlos Mariátegui en su libro 7 Ensayos de interpretación de la realidad peruana[6],  al referirse a la condición del negro menciona:

El esclavo negro prestó al culto católico sensualismo fetichista (…) el negro trasudaba por todos sus poros primitivismo (…) embriagados completamente por el abuso del licor, excitados por estímulos de sensualidad y libertinaje propios de su raza. (Mariátegui, 1994, 176)

De igual forma, el historiador peruano Luis Alberto Sánchez en su estudio historiográfico sobre la literatura nacional[7] refleja los estereotipos que eran comunes en la época:

Apareció el negro fetichista, con su sensualidad exacerbada (…) con su credulidad de gente experta en el arte de desentrañar las secretas virtudes de las piedras de colores. (Sánchez, 1928:104)

Ella, la morena, la mejor nodriza, la mejor dulcera, y a menudo, la mejor querida. (Sánchez, 1950,93).

Estos son algunos de los pensamientos que guiaron el imaginario nacional peruano sobre la negritud. Quedando implícita la concepción hipersexualizada que recae sobre los cuerpos negros, asociándolos al primitivismo y a un estado de salvajismo. Como resultado de estos pensamientos la imagen de la mujer negra y de su cuerpo se encuentra cargado de adjetivos, que de alguna manera, remiten a la sensación de disponibilidad y voluptuosidad.

NEGRA FINA.

Hace diez años atrás, trabajaba en un canal de cable, había logrado tener mi propio programa de televisión. Gozaba de la libertad de poder crear y proponer mi propio lenguaje audiovisual. En esos tiempos, se integró una nueva trabajadora, ella era una recién egresada en comunicaciones. Ella, era negra. Los ajetreos que implican la producción y edición de un programa semanal no me permitieron estar al tanto de sus actividades dentro del canal. Pero sí, pude notar que en menos de un mes ella ya no continuaba trabajando en ese lugar. Al preguntar los motivos de su despido no pudieron darme una respuesta clara, ya que nadie se había quejado por su mal desempeño. Pero pude percibir una mirada disgustada cuando se referían a ella. Fue entonces, que por primera vez, pude decir: ¿Por qué es Negra?

El incómodo silencio que se generó en aquella reunión, fue eterno. Entonces pregunte: – ¿No se han dado cuenta, que también soy negra? –  la respuesta fue más que desconcertante: –Es que tú eres una negra fina–. El desconcierto al escuchar por primera vez este término y caer en la cuenta de que, de alguna manera estaba palpando el racismo, me obligo a encararme con mi propia negritud.

¿Qué es ser una negra fina?

Las mujeres afroperuanas enfrentan a diario este tipo de mirada social, manifestándose en burlas, insultos o comentarios negativos que giran en torno a su origen racial y a su condición de mujeres. Estas formas de discriminación no solo afecta en su autoestima e identidad negra, sino que también, les afecta en el ámbito laboral, pues la premisa de “buena apariencia” les impide acceder a muchos trabajos, poniéndolas en desventaja frente a otras mujeres con las mismas capacidades. El Centro de desarrollo de la mujer negra peruana realizó un diagnóstico[8] sobre las condiciones de vida de las mujeres afroperuanas, encontrando que de las 708 mujeres entrevistadas, el 98% respondió que sí existe racismo en el Perú y el grupo que recibe mayor racismo es el afroperuano. Sin embargo, cuando se les preguntó si ellas habían sido víctimas de racismo, la mayoría respondió que no. Estas respuestas se deben porque a la mayoría les cuesta reconocer que han sido víctimas de racismo y esto se debe a tres cosas:

  • El racismo es asumido como algo normal o natural. Foucault (2011) señala que, en estas sociedades del discurso se hace uso de un sistema lingüístico y comunicacional que tienden a continuarse en las prácticas y se concretan en lo cotidiano. Bourdieu (1991), las denomino “doxas”, prácticas que son naturalizadas e interpretadas como “lo que siempre ha sido así”, sin ninguna crítica o interpelación. También, se suele pensar que las expresiones del racismo deben ser manifestados en acciones de agresión física o en el apartheid.
  • Las personas sienten mucha vergüenza en reconocer que en algún momento de sus vidas han sido víctimas del racismo. Pues no se debe olvidar que reconocerse como víctimas es un proceso doloroso y la mente-memoria suele activar mecanismos de defensa que bloquean el dolor para continuar con las actividades cotidianas. Por ello, la mayoría rechaza su condición de negra o descendiente de esclavos y se asume como “morenas” o “zambas”, pues esta categoría es mejor aceptada socialmente. Al matizar, de alguna manera, la negritud con estos términos se asume que ya se pasó por un proceso de blanqueamiento.
  • El racismo en el Perú creó una escala de aceptación social según el color de la piel. Lo que hoy se denomina, como la paleta de colores, en la cual, cuanto más clara se tiene la piel, es mejor aceptado socialmente. Estableciéndose los límites entre lo aceptado y lo no aceptado, lo bello y no bello, y el sentido de lo abyecto empiezan a dialogar y negociarse. Chandra Mohanty en su artículo Bajo la mirada de Occidente, enfatiza que el lugar de enunciación determina la manera en que vivimos y concebimos las relaciones de dominación, que para develar las redes de poder que suelen ocultarse bajo la facha de neutralidad y universalidad del conocimiento occidental, es necesario recordar que nuestras producciones discursivas y perspectivas del mundo están marcadas por la geopolíticas.

EL CUERPO NEGRO

Pero, ¿Qué es el cuerpo? El cuerpo es “el primer lugar físico en la cual se localiza el individuo” (Mc Dowell, 1999:59), lo cierto es que, el cuerpo adquiere significados y diferencias que constituyen la base de discriminación y desventajas sociales. Este es un organismo que nos otorga presencia en un espacio concreto, y a la vez, es portador de significados que se van construyendo a partir de experiencias y vivencias en diferentes ciclos de la vida. El cuerpo, es también, el locus en el cual nos enunciamos y distanciamos frente a otros cuerpos. Se construyen nuestras primeras fronteras.  Es en este punto donde la piel adquiere una significación,  actúa como el primer filtro entre el mundo y el yo vivido.

Nuestro cuerpo es el primer espacio de construcción, portador de discursos y significados: “honor, belleza, prestigio, pertenencia, edad, sexualidad, posición social, creencias, etc. Son cuerpos que se inscriben con materialidad; que sienten dolor, placer, vergüenza: Cuerpos vividos”. (Kogan: 2010; 14) Cuando se habla sobre las corporeidades, el concepto no se aleja de estas primeras definiciones, sino que adquiere una dimensión mayor, ya que aglutina múltiples factores que constituyen una misma entidad corpórea. Es decir, entra a tallar el factor psíquico, físico, espiritual afectivo, motriz, social e intelectual, sino que también, incluye todo elemento que pueda identificar ese cuerpo vivido[9].   Pero se debe reconocer que la experiencia física del cuerpo, es modificada siempre por las categorías sociales a través de las cuales lo conocemos[10]. El filósofo y estudioso del cuerpo Marcel Mauss afirma que no existe un tipo de conducta natural, pues toda acción lleva la impronta de un aprendizaje. Por su parte, Mary Douglas (1988), sostiene que el cuerpo se mueve en diferentes planos, por ello, su performatividad corresponderá en qué plano se está desenvolviendo.

Para responder a la pregunta ¿Qué es un cuerpo? Longhurst señala, que se le debe localizar en espacios concretos donde se desarrollen las dinámicas de poder y conocimiento. Igualmente, es importante considerar la variable de la edad en el estudio del cuerpo, pues el cuerpo es vivido y pensado de forma diferente de acuerdo a la edad, ya que, las experiencias vividas hacen que la relación y re-conexión con el cuerpo cambie de manera positiva o negativa. Esto dependerá de que tan “conectado” se encuentre esa subjetividad con su propio cuerpo y qué valor le asigne al cuerpo como portador de significado e identidad. Se debe tener en cuenta que este proceso de conexión con el cuerpo requiere un mayor esfuerzo de “racionalidad” y contacto con experiencias gratas o penosas que ese cuerpo ha tenido que experimentar.

Entonces, es desde nuestros cuerpos que se construyen nuestras identidades. Sin embargo, estas construcciones que se fundan desde los cuerpos, no dejan de estar inmersos dentro de una estructura social, y por ello, son enunciados que se expresan desde un sistema donde los discursos están socialmente construidos. Pues es el cuerpo social el que condiciona –de alguna manera–  cómo percibimos nuestro cuerpo y cómo nos relacionamos con él. Es en estos momentos donde las categorías valorativas de un orden simbólico y discursivo comienzan a negociarse, y ese cuerpo que se enuncia pasará a ocupar una espacialidad concreta dentro del imaginario del receptor y dentro de su propia estructura social y simbólica. Las preguntas que se desprenden a partir de pensar nuestros cuerpos son: ¿Qué tan consientes somos del rol que juega el color de nuestra piel cuando nos comunicamos?, y, ¿Es el color la piel un factor determinante para la construcción de nuestra identidad?

LA CASA, LA CALLE.

Los discursos feministas y los estudios sobre las mujeres han basado su reflexión y crítica a partir de la distinción entre la esfera pública y esfera privada. En primera instancia, este planteamiento sirvió para distinguir y denunciar la separación que se establece entre ambos sexos y las posibilidades de acción entre uno y otro. Este carácter instrumental permitió establecer al género como categoría de unidad de análisis histórico[11].  Sin embargo, esta separación entre lo público y lo privado, y las capacidades de acción en cada escenario, se extendió vertiginosamente en el discurso feminista y al interior de las ong’s de mujeres. Definiendo que, el ámbito de lo privado es el lugar donde las mujeres se encuentran en un estado de continua subordinación y dominación. No se pretende negar la prevalencia de esta problemática que recae sobre gran parte de la población femenina, pero la negación de lo que sucede al interior del ámbito privado y la invisibilización de la capacidad de relacionamiento y agencia que tienen las mujeres al interior de sus hogares, ha generado un impacto negativo en el pensamiento sobre “el hacer” de las mujeres, y lo que resulta más problemático, es que este pensamiento se prolonga en sus propias subjetividades. Pues ellas mismas desestiman y desvalorizan su propio trabajo. Como consecuencia, esta dicotomía entre lo público y lo privado, ha generado limitaciones de representación en espacios físicos y concretos. Quedando fuera de todo análisis o diagnósticos sobre la problemáticas de las mujeres, los flujos constantes que se dan al interior del espacio privado, las relaciones sociales, los actores e interlocutores que confluyen en estas relaciones y la complejidad de estos sistemas sociales que se establecen en el ámbito de lo privado. (Barbieri, 1996:111). En otras palabras, se ha dejado de lado, la capacidad de movilización, organización y de trabajo colectivo que las mujeres realizan al interior de sus hogares. Este cuestionamiento sobre los conceptos del campo de acción femenino es planteado por Teresita de Barbieri cuando señala que:

La esfera doméstica se ha visto reducida a funciones específicas como lavar, cocinar, el cuidado de los hijos, hijas y de los ancianos, etc., sin tomar en cuenta que al interior de esta esfera se dan las relaciones y solidaridades del parentesco, la conyugalidad, el parentesco simbólico y la amistad. Donde priman las relaciones afectivas sobre las contractuales y las leyes del psiquismo sobre la normatividad jurídica. (Barbieri, 1996:125)

El dejar de lado o minimizar las experiencias en “el hacer” y las relaciones sociales que establecen las mujeres en el ámbito de lo privado, puede ser uno de los principales motivos de las fallas de algunos proyectos que trabajan con mujeres. Y es precisamente, en estos espacios donde las mujeres negras construimos y fortalecemos nuestras identidades.

RESISTENCIA Y LIBERACIÓN.

I am frequently asked, “which has been most oppressive to you, your status as a black person or your status as a woman? (Collins: 2006:234)

La politóloga feminista Marion Young señala, que el sexo no es solo una característica diferencial, sino que la raza es la más evidente para justificar la opresión social y el imperialismo cultural. (Young, 1990:142) señala también, que estas diferencias corporales cobran relevancia cuando se trata de establecer situaciones de inferioridad.  Estos mecanismos de discriminación que operan sobre los cuerpos de las mujeres negras tiene como resultado, por un lado, un distanciamiento con sus propios cuerpos, y que busquen –de alguna forma– alcanzar ciertos ideales estéticos que gozan de una alta valoración social como lo es un cuerpo blanco, joven y esbelto, pero también, significa que se estén construyendo discursos de resistencia y transformación, pues al salirse de la norma crean nuevas formas de subjetivación y recrean sus propias prácticas, refundando su capacidad transformadora en un contexto racializado como es el Perú. Esto es lo que viene ocurriendo en el distrito de El Carmen en Chincha.  Donde un grupo de mujeres negras, se reúnen todos los lunes por la tarde para bailar, compartir y sobre todo, para desaprender y reconstruir su propia identidad negra. Me dejan en claro que son negras y no afroperuanas, pues consideran que este término se aleja de su cultura y sienten que quienes los usan es porque quieren des-negrisarse. No detallaré sobre la relevancia política que este término conlleva, pero lo que sí me queda en claro, es que, muchas veces desde el activismo y la academia se marcan distancias a estas otras construcciones y transgresiones que suceden en la calle, en lo cotidiano, en nuestros barrios.  “Ven, sigue mi ritmo” es el nombre del taller donde participan mujeres desde los 28 hasta los 50 años de edad. Ellas se han puesto al frente y han aceptado y reconocido que sí hay un problema y un miedo cuando se trata de hablar desde del cuerpo negro. Y que somos las mujeres quienes –muchas veces–  ponemos nuestras propias barreras. Lucía Ballumbrosio es quien dirige este encuentro semanal. Ella es ama de casa, madre, diseñadora, catequista, activista, estratega y muchas cosas más. En la intimidad de su hogar y con profunda honestidad y sabiduría, me obliga a enfrentarme a mi cuerpo e identidad negra.

“A mí me decían, el negro solamente para amistad. Cosas como: Negro con negro, son chanchos.  Eso te lo dice la misma gente del pueblo, en todos lados. (…) Dicen: –el negro, pal zapato–.  Tengo amigas, que siendo negras, dicen: –Ag, que me voy a mezclar con un negro–. Pienso que es porque no están identificadas. No se aceptan. También me decían, oye así como bailas, te debes de mover en la cama. Es incómodo que a la mujer negra se la catalogue por sus atributos. (…) Entonces, no me gustaba mi cuerpo”. (Entrevista el 7 de junio del 2014)

Y fue desde su propio crecimiento, experiencia y fortaleza, que Lucía decidió revertir este tipo de percepciones que calaban en la identidad de las mujeres de su comunidad, y por un tiempo, en ella misma. Lucía promueve “lo negro” y enfatiza la relevancia de tener referentes al interior de las familias y que se generen espacios de conversación sobre lo que significa ser negro o negra, ya que es una de las bases para la construcción y fortaleza de la identidad negra.

“Yo le enseño a mis hijos, quiero que se identifique con (lo dice señalándose el brazo). Somos negros pues. Para el colegio yo le pinto todos los muñequitos de color marroncito, porque quiero que ella se identifique. Quiero que ella ame su raza. Porque acá en todas las librerías te venden estereotipos de puro blanquito. Entonces, si no hay, yo los pinto. Yo los hago y les enseño a que ellos se identifiquen. No lo hago porque sea racista, sino lo hago porque quiero que mis hijos amen su raza como me gusta que mis alumnos amen su raza. Tengo alumnos serranos y cholos, y todos tenemos aportes distintos.” (Entrevista el 7 de junio del 2014)

Taylor (1996) señala que, “sólo se puede encontrar una identidad en la auto-narración”. Es por ello, la relevancia de compartir, convivir y visibilizar desde nuestros diversos frentes, qué estamos haciendo las mujeres negras en nuestros espacios más íntimos y cotidianos como son los hogares y nuestros barrios. Como señala Lauretis:

 La conciencia no es el resultado sino la condición de un proceso. La conciencia de sí, tanto como la conciencia de clase o la conciencia de raza es una configuración particular de la subjetividad o de los límites subjetivos, que se produce en el punto de intersección entre significado y experiencia. (Citado en Espinoza, 1999, p.6)

Estos vínculos que se están generando entre las mujeres del distrito de El Carmen que acuden a los talleres de Lucia, y que, haciendo uso de la narrativa, comparten acontecimientos, frustraciones, emociones y acciones de resistencia, dando cuenta que las mujeres negras seguimos resistiendo y construyendo.

Desde del activismo afroperuano y desde el silencio en la academia, aún falta reconocer que las propias mujeres, independientemente que hayan elegido o no, su labor como amas de casa, también están construyendo y generando identidad, a través de  conversaciones, y desde la práctica –con sus hijos e hijas– construyen su fortaleza negra, pues sí reconocen que los prejuicios y estereotipos están asociados a la valorización por todo lo que implique lo blanco. Estrategias tan sencillas y cotidianas como, pintar ellas mismas las figuras en los textos escolares, o, en hacer manualidades armando sus propios muñecos para visibilizar la “piel negra”, son respuestas transformadoras que buscan salirse de la norma y consolidar sus identidades. También se trata de incorporar sus voces y provocaciones.

Quiero pensar que en estos precisos momentos, y en otros espacios de nuestro país,  grupos de mujeres negras se están organizando y construyendo sus propias estrategias, re-significando sus procesos y construyendo juntas sus propias identidades y corporeidades.

-Corina Castillo C. –

 

[1] Informe Defensoría:  Informe de Adjuntía Nº 003-2011-DP/ADHPD LOS AFRODESCENDIENTES EN EL PERÚ: Una aproximación a su realidad y al ejercicio de sus derechos

[2] Del Águila, Alicia. “Los velos y las pieles. Cuerpo, género y reordenamiento social en el Perú republicano”. IEP Ediciones. Lima. 2003

[3] Millet, Kate. “Política sexual”. Ed. Cátedra. 1969. España, pág. 67. Kate Millet cuando se refiere al vocablo “política” lo define según el America Heritage Dictionary, métodos o tácticas utilizados en la dirección de un Estado o gobierno. Millet, agrega a esta definición “política como un conjunto de estratagemas destinadas a mantener un sistema. Si se considera el patriarcado una institución perpetuada mediante tales técnicas de gobierno, se llega al concepto desarrollado en este texto como política sexual”.

[4] Carneiro, Sueli. ”Ennegrecer al feminismo: La situación de la mujer negra en América Latina desde una perspectiva de género”. En: Feminismos disidentes en América Latina y el Caribe. Nouvelles Questions Féministes Vol. 24, No 2, Ediciones fem-e-libros. 2005.

[5] Portocarrero, Gonzalo. Racismo, mestizaje y otros ensayos. Fondo Editorial del Congreso del Perú. Lima. 2007

[6] Mariátegui, José Carlos. “7 Ensayos de interpretación de la realidad peruana”. Editorial Amauta. Lima. 1994.

[7] Sánchez, Luis Alberto. “La literatura peruana. Derrotero para una historia espiritual del Perú”. Tomo I. Talleres gráficos impresiones Perú. 1928.

[8] Global Rights, “Más allá del perdón histórico: Informe sobre la Situación de los Derechos Humanos del Pueblo Afroperuano”. Alta Voz Editores. Bogotá. 2011

[9] Grasso, Alicia. Construyendo identidad corporal: La corporeidad escuchada. Ediciones Novedades Educativas. Argentina. 2005.

[10] Douglas, Mary. Símbolos naturales. Exploraciones en cosmología. Alianza Editorial. Madrid. 1988

[11] La historiadora norteamericana Joan W. Scott desarrollo la propuesta de incluir al género como categoría del análisis histórico. Entendiendo al género como una construcción histórica y como un campo de articulación de relaciones y de producción del poder. Enfatiza: “El  mundo de las mujeres es parte del mundo de los hombres, creado en él y por él. Este uso rechaza la utilidad interpretativa de la idea de las esferas separadas, manteniendo que el estudio de las mujeres por separado perpetúa la ficción de que una esfera, la experiencia de un sexo, tienen poco o nada que ver con la otra”. (Scott, 1996:157). Publicado en: El género: la construcción cultural de la diferencia sexual. Lamas, Marta. Compiladora. PUEG. 1996. México.

 

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Informe de Adjuntía Nº 003-2011-DP/ADHPD: LOS AFRODESCENDIENTES EN EL PERÚ: Una aproximación a su realidad y al ejercicio de sus derechos. http://www.defensoria.gob.pe/modules/Downloads/informes/varios/2011/Informe-003-2011-DP-ADHPD.pdf

2011          Informe Defensoría: Informe de Adjuntía Nº 003-2011-DP/ADHPD LOS AFRODESCENDIENTES EN EL PERÚ: Una aproximación a su realidad y al ejercicio de sus derechos.

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2012          Perspectivas desde el Barómetro de las Américas: 2012.  No. 73. http://www.vanderbilt.edu/lapop/insights/IO873es.pdf  En:www.AmericasBarometer.org

 

 

Soñ.Arte: Estrategias de método activo en el espacio educativo no formal.

Descripción de la situación problemática:

En nuestro país, hay más de 1 millón 575 mil personas que presentan algún tipo de discapacidad. Y 6 de cada 10 personas, presentan más de una limitación. En el año 2003, se promulgó la década de la educación inclusiva, que planteaba la necesidad de atender a niños y niñas con discapacidad, grupo que históricamente ha sido el más excluido. Los avances han sido muy pocos, ya que en la realidad, a nivel de infraestructura, soporte pedagógico, y sensibilización social podemos notar vacíos, contradicciones y una ruta poco clara de quienes están a cargo de ejecutar estas acciones. Y esto pasa, por el desconocimiento, miedos, estigmas y tabúes en el tema de “discapacidad”. Haciendo que muchos de los enfoques o la manera de abordar el trabajo con personas con discapacidad recaigan en miradas asistencialistas, tutelares y también patriarcales.

Por ello, cuando cuando hablamos de discapacidades, se tiene que hablar de las diversas barreras sociales, culturales y económicas que conducen a la exclusión de este grupo.  La noción de discapacidad, tal como la conocemos, está fundada en las relaciones sociales de producción económica y simbólica, en la cual, la tipología del hombre/mujer normal  –blanco, heterosexual, esbelto y sano – como sujeto deseable será reproducida por múltiples mecanismos, y la noción de exclusión/inclusión es configurada bajo la idea de “centros especiales” o “escuelas especiales”.  Se establece una suerte de exclusión incluyente que ubica a las personas con discapacidad en circuitos institucionales específicos, con el fin de la corrección normalizadora. Es por ello, la ambigüedad en la palabra “especial”, ya que esta se ancla en una naturalización de la noción de lo normal frente a lo no-normal.

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Gabriela y Diego forman parte del equipo de Soñ.Arte

En nuestro contexto no se priorizan los espacios vitales, la estructura que prevalece es aquella que separa, reforzando estigmas y prejuicios sobre quienes quedan fuera.  Esta estructura de separación sustentada en una ideología de la normalidad, es el punto de partida para que la sociedad en general, objetivize el concepto de discapacidad con exclusión. Pero no solo es la sociedad la que reproduce estos estereotipos, sino que también, –en muchas ocasiones– aquellos en quienes recae esta mirada de “lo anormal”.  Es decir, reproducen la mirada opresora, victimizándose: La ideología atraviesa así a los individuos constituyendo sus representaciones y experiencias de individualidad. (Bourdieu, 1998: 9)

En muchos casos, las personas con discapacidad presentan diversos grados de dependencia hacia terceros, en donde la familia es la figura que otorga mayor asistencia. Ello va a depender de varios factores como, la gravedad de la discapacidad, la edad, el sexo, etc. Al respecto, la familia puede asumir este rol de diversas maneras que van desde del maltrato físico y simbólico hasta la sobreprotección, que no posibilitan el autodesarrollo de las personas ni la generación de toma de decisión; estos mecanismos se potencian cuando a nivel macro, la sociedad reproduce estas barreras y no genera las plataformas adecuadas para que la persona con discapacidad pueda participar activamente y ejerza su rol como ciudadano y ciudadana. Estos escenarios son perjudiciales para para el desarrollo de la autonomía e identidad de la persona con discapacidad.

Del más de 1 millón 500 mil personas que presentan alguna discapacidad, solo el 10% tienen conocimiento de las normas a favor de la discapacidad; en su mayoría, quienes conocen la normativa, se encuentran en la zona urbana. Por otro lado, entre las normas más conocidas se encuentra la Ley de Atención Preferente en Lugares de Atención al Público (71.7%); la Ley General de la Persona con Discapacidad (51.2%); y, el Convenio de las Naciones Unidas Sobre los Derechos de las personas con Discapacidad (26.0%).

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Taller de Autoestima Soñ-Arte- Carlos y Claudia explican qué les gusta de cada uno de ellos.

Contexto:

Las consecuencias de estos enfoques pocos claros en la educación de las personas con discapacidad, se pueden observar, en el reducido número de quienes pueden acceder a tener una vida plena, entendida como acceso al trabajo, redes sociales y relaciones sexo-afectivas saludables.

Frente a esta problemática, uno de los actores importantes, es la CONADIS y las OMAPED, quienes tienen a su cargo, fomentar y reforzar la integración ciudadana, hacia la construcción de una vida plena en este grupo.

En el distrito de San Miguel, a través de la OMAPED, se viene construyendo  y consolidando un espacio de acogida e integración de personas con discapacidad. El grupo que integra este espacio es diverso, pues confluyen diferentes personalidades con diferentes discapacidades, pero lo que tienen en común, es la exclusión social, y en algunos, la exclusión familiar.

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Casa de la Cultura. San Miguel.

El grupo lo integran 23 personas, entre hombres y mujeres de 17 a 53 años. Pertenecen al distrito de San Miguel, Pueblo Libre y Barranco. Sus “discapacidades” son: Síndrome de down, distrofia muscular, Retardo Mental leve y moderado,  Esquizofrenia y Autismo.

Cuando se inició la experiencia, se tenía como objetivo, reforzar y consolidar su participación ciudadana, a través del conocimiento de sus derechos según la convención sobre los derechos de las personas con discapacidad. Esto desarrollado desde el enfoque de la Educación para el desarrollo en el ámbito no formal. Sin embargo, en la práctica, nos encontramos con una realidad que no se esperaba. En primer lugar, la mayoría de mujeres del grupo tenían dificultades para leer o no sabían leer, y la mayoría de ellas no habían podido terminar sus estudios por motivos que van desde maltrato escolar o que no se pudieron “adaptar” a la educación inclusiva. En segundo lugar, la mayoría de los integrantes del grupo no tenían espacios de socialización, es decir, que su círculo social solo eran sus familias. (No tenían amigos o amigas)

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Esto llevo a replantear los objetivos iniciales, para luego ir construyendo y compartiendo información sobre sus derechos. Como punto de partida, se consideró consolidar el grupo como un espacio de acogida, confianza y contención amorosa para reforzar las relaciones sociales y emocionales entre todos los participantes. Para los facilitadores/educadores, esto significó un gran reto, y la creatividad fue un gran aliado. Uno de los retos consistía, en diseñar los talleres con herramientas para que todos y todas pudieran participar, aquellos que pudieran leer y quienes no, sin lastimar sus sensibilidades por esta limitación.

Se diseñaron estrategias de aprendizaje con un enfoque constructivista, en la que el grupo pudiera debatir y diseñar sus propias formas de resolución de conflictos ante situaciones de exclusión, discriminación y estigma.

Se utilizaron:

  • Tarjetas con dibujos que representaban situaciones cotidianas.
  • Canciones cuyas letras plantearan una problemática o una estrategia ante la vulneración de algún derecho.
  • Dinámicas de improvisación y cuenta cuentos.
  • Dibujos grupales con la técnica de los murales para debatir un tema.
  • Dinámicas de la bio-danza para establecer la conexión entre el cuerpo y la emoción.

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Los resultados están siendo positivos y alentadores. La integración y confianza entre los miembros del grupo se encuentra consolidada, y el empoderamiento de los participantes se puede observar en que plantean sus propias estrategias para enfrentar situaciones que vulnera sus derechos.  De igual forma, la horizontalidad en la comunicación y el respeto de los tiempos en el aprendizaje es el eje de las actividades. Y esto se da, en acciones como, el que sabe un poquito más ayuda al que tiene un poco más de dificultad. Y ellos mismos “inventan” otras formas en la que su compañero o compañera pueda aprender o entender el tema que se trata en cada sesión.

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La construcción y el proceso continúan, pues los tiempos y aprendizaje de cada uno son singulares. De hecho, para el año 2016, se ha considerado trabajar con las familias, la educación debe ser triangular entre todos los actores comprometidos.

-Corina Castillo C. –

LOS RUIDOS DE LA INCLUSIÓN EN LA EDUCACIÓN.

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El término inclusión, aún me hace mucho ruido. Y digo ruido, a esa molestia –poco clara– que este término y sus implicancias encierra. Para comenzar, ¿Qué significa ruido? El ruido, es esa interferencia, molestia, sonido o «cosa» no deseada que dificulta, fastidia y produce cierta perturbación. Si trasladamos este ruido al acto comunicativo, tendremos una comunicación dislocada, inconclusa o mal interpretada. Pero,  ¿qué tiene que ver el ruido en el acto comunicativo con el término inclusión? y ¿por qué asociar el ruido en el acto comunicativo con la educación y la inclusión?

Aparentemente, son conceptos que se desarrollan desde diferentes disciplinas, sin embargo, es en el acto educativo donde todas estas variables confluyen y entran en constante construcción y deconstrucción, pues todas están interrelacionadas. Últimamente hemos podido observar cómo este término está tratando de definir una nueva mirada social, sea en términos de inclusión social, inclusión laboral, inclusión urbana (arquitectura inclusiva), o inclusión educativa.  Sin embargo, este concepto y sus terminologías aún continúan –en lo personal– haciéndome ruido desde la praxis y la teoría.

El concepto de inclusión, descansa sobre la premisa liberal de que todos y todas somos humanos, en igualdad de derechos y deberes. Y, que la tolerancia y el respeto –elementos constitutivos de esta premisa– deben formar parte de nuestro hacer y pensar. Pero, en la realidad, podemos observar y sentir desde nuestras posiciones de privilegio o no, el planteamiento que este concepto encierra, pues no se define desde un enfoque crítico y de apertura hacia nuevos conocimientos. Ya que, los conocimientos de esos «otros y otras» –siempre en posición de subalternos– son recibidos desde cierto esencialismo cultural, utilizando adjetivos como folklore, tradiciones, o, conocimiento popular. Entonces, es válido instalar la sospecha sobre los artilugios que algunas posiciones «desde la inclusión» parecen decirnos. ¿Qué tienes que hacer, para que te incluya? o ¿qué tanto te pareces a «nosotros», para que seas incluido?

Nuestro pensamiento dicotómico tiende a construir la realidad sobre una base antagónica y binaria, es decir, que no habría un bueno sin un malo, un alto sin un bajo, un frágil sin un fuerte, o, un nosotros/as sin un otros/as. Entonces, no habría inclusión, sin exclusión. Pero, ¿qué hace que excluyamos a un otro, a una otra, o, a todo un grupo humano?

Nuestra identidad personal y colectiva, se construye en nuestros primeros espacios de socialización. Y, es en estos escenarios –con sus actores y relaciones sociales, emocionales y de poder–, donde los primeros aprendizajes empezarán a instalarse en nuestras propias bases identitarias. Los miedos, rechazos, estéticas, sensibilidades, sexualidades, normas y prácticas, van a «formar» nuestro ser individual y nuestro ser colectivo, –entendida como miembros de un grupo social o comunidad–. Es en ese momento, donde se comienza a percibir todo lo que no sea igual o parecido a nosotros/as como lo «otro/a».  Pero, ¿a quién debería parecerme yo? ¿A quién quiero parecerme?

El legado del colonialismo, ha dejado su marca en la configuración social peruana y de  Latino América. Favoreciendo a un grupo sobre otros, siendo la piel, las culturas con  sus múltiples epistémes, y la heterosexualidad, los marcadores sociales que definirán las posiciones y jerarquías en la sociedad. Vale decir, que estas posiciones no son ajenas a las relaciones de poder y que las culturas dominantes, son las que las que terminan definiendo cuáles son los conocimientos válidos y el modelo de sociedad que se desea. Y el espacio escolar y sus instituciones, son el instrumento para que estos objetivos e ideales de sociedad sean reproducidos desde la propuesta curricular.

En la actualidad, el Ministerio de Educación, apunta hacia una educación inclusiva e intercultural.  La cual define que, «la tolerancia y el respeto al diferente» (p. 5) deben estar presentes en la formación del estudiantado y en la performatividad y direccionalidad del docente.  Sin embargo, aún hay cierto ruido en esta mirada de la inclusión. Para comenzar, como docentes deberíamos abrirnos a la pregunta de ¿quién construye lo diferente? y, ¿qué relaciones de poder se instalan a partir de estas diferencias?

La construcción de la diferencia es una práctica social discursiva y un proceso lingüístico. Y estos procesos se dan en espacios de significación, pero, la diferencia en estado natural, no existe. La diferencia es una característica construida. «Además, la diferencia es siempre una relación: no se puede ser «diferente» de forma absoluta; se es diferente en relación a otra cosa, considerada precisamente como «no-diferente». Pero esa «otra cosa» no es ningún referente absoluto, que exista por fuera del proceso discursivo de significación». (Tadeu da Silva, 1999, p. 44)  De igual forma, la idea de «tolerancia» tiene implicancias muy profundas de poder, ya que, por un lado, quien tolera adquiere un sentido de superioridad hacia quien o quienes se les tolera. Y por otro lado, se les tolera adjetivizando sus saberes, catalogándolos como folklore o conocimiento popular. ¿Esto no es subalternización de los saberes y conocimientos del otro/a? Y, en el caso de personas con discapacidad, se les tolera, pero siempre desde una mirada que infantiliza sus corporeidades y temporalidades. Y siempre bajo el término de «especiales» o «educación especial».

Es por esto, que el término de educación inclusiva, me hace ruido y debería hacernos ruido. Pues en la práctica, todos y todas confluimos en un solo espacio, somos materias hechas de sensaciones, corporeidades, cuerpos y cuerpas, prácticas, historias y sexualidades diferentes y múltiples a la vez. Y la educación debería tener en cuenta cuál es discurso que prevalece en el campo curricular. Y a quiénes se les deja fuera. No solo debemos hablar de estudiantes con discapacidad sensorial, cognitiva o motora, o, de estudiantes de comunidades andinas e indígenas, sino que también, debemos hablar, de estudiantes transexuales, bisexuales, homosexuales y lesbianas.

Siento que es necesario repensar constantemente la educación, de hecho, no es un camino fácil, pero tampoco difícil ni imposible. Es sacar a la plataforma, además de conceptos como la educación inclusiva, conceptos como el currículo oculto y el currículo difuso.

La escuela no es un escenario neutro, sino que, es desde este espacio donde se reproduce la cultura, afianzando un orden político, moral, social y cultural. Por lo general, esta reproducción es bajo el canon de estética y conocimiento occidental. Es en la educación donde las dinámicas de clase, género, raza y sexualidades confluyen, y muchas veces, desde aquí se reproducen y fortalecen prácticas de discriminación, exclusión y violencia escolar.

Por ello, es prioritario pensar la escuela como un espacio de cambio y transformación, pero para ello, se requiere re-pensar la escuela y su institucionalidad desde sus bases. Es decir, hablar sobre, desde qué estructuras -estéticas coloniales, discursos heteronormativos y prácticas discriminatorias- se construyen nuestras instituciones educativas y sobre todo, desde qué bases se construye nuestro hacer y pensar como docentes,  que comunicamos explícita o implícitamente.

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Sé que escribo desde la comodidad de un escritorio y desde la burbuja que suele encapsularnos la academia, pero también escribo desde mi experiencia en la educación en espacios no formales. Escribo –sin el permiso de ellas, pero con el corazón conmovido– pensando en el grupo de mujeres con discapacidad mental, cognitiva y motora con las que comparto cada semana, y que, precisamente por su condición no han podido concluir o, empezar sus estudios. Hablo de analfabetismo en tiempos de TIC. Hablo de las diferencias en el acceso a la educación en la ciudad  versus los noventa minutos que les toma llegar caminando –solo de ida– a un gran sector de estudiantes que viven en la selva central, en comunidades alto andinas y en diferentes caseríos. Hablo de invisibilización y marginación de estudiantes que no entran en el discurso heteronormativo.

Para concluir, no es que piense que el «ruido» que me hace la propuesta de educación inclusiva e intercultural debería quedar en la molestia y crítica, sino que, siento y espero que mientras más se abran las preguntas, más caminos buscaremos hacia una pedagogía autónoma, crítica y creativa.

– Corina Castillo C. –

Bibliografía consultada.

Tadeu da Silva, T. (1999). Documentos de Identidad. Una introducción a las teorías del currículo. Belo Horizonte. Brasil. Auténtica Editorial.

Acaso, M. (2012). Pedagogías invisibles. El espacio del aula como discurso. Madrid. Los libros de la catarata.

¿DE QUÉ HABLAMOS, CUANDO HABLAMOS DE EDUCACIÓN?

 ¿De qué hablamos, cuando hablamos de educación?, es una pregunta que me hago con frecuencia. Y, cada vez más, siento que esta interrogante cobra mayor relevancia; esto lo digo por dos motivos. En primer lugar, por las respuestas que suelen dar un gran sector del profesorado ante alguna inquietud o conflicto que surja dentro del aula. Me refiero, concretamente, a situaciones en las que están implicados conflictos entre niños o niñas, o situaciones que tienen que ver con la coyuntura actual, como el nivel de violencia en la sociedad o el nivel de violencia contra las mujeres. Estas respuestas a las que me refiero son situaciones que he podido presenciar en las aulas. Respuestas como: “Si tu compañero te está molestando o jalando los cabellos, es porque está enamorado de ti”,  “Si el país está mal, es porque no hay un presidente que se ponga los pantalones”, o “Si una mujer es violada, es porque vestía de manera provocativa”, etc. Entonces, ¿qué tipo de discursos son los que validamos desde el aula? En segundo lugar, si revisamos el contenido de los textos escolares, podremos encontrar un gran silencio, que es el hacer y el protagonismo de las mujeres en la historia y en diferentes esferas del conocimiento. Y en caso se les mencione, siempre es bajo la sombra de un padre, esposo o hermano. Es por esto que mis interrogantes van hacia dos preguntas generales: ¿Hemos reflexionado sobre qué tipos de relatos, costumbres y creencias hemos heredado?, ¿Hemos hecho una reflexión crítica desde la educación en las escuelas?

Es evidente que continuamos bajo una ideología que encierra un profundo machismo, que desvaloriza todo lo que implique debilidad, cuidado, emociones e intimidad –esta entendida, como el hacer en el espacio doméstico–. Todas estas características tienen un factor en común, corresponden a rasgos a los que se les atribuye, la condición femenina. En contraste, con lo masculino, que son la fortaleza, el coraje, el poder y la independencia y autonomía en el espacio público. Pero ¿qué tiene que ver la educación con todo esto? La educación tiene que ver y mucho, pues es en este espacio, donde las pautas sociales y culturales son modeladas.

tumblr_miqbfva3de1qznmxwo1_500Es necesario comenzar a defender una posición crítica y consciente desde las instituciones educativas para lograr una verdadera transformación cultural y social, en la que hombres y mujeres convivan en solidaridad y respeto con la diversidad humana y que no continúen validando y repitiendo prácticas de violencia contra niños, niñas, mujeres y ancianos. La educación debe rediseñarse, hacia una postura crítica y política contra todo tipo de violencia, y que el ejercerla, es un acto inmoral. Entonces, ¿es posible una educación con enfoque de género que promueva una cultura del cuidado hacia la erradicación de la desigualdad entre los sexos y de la violencia contra las mujeres?

La idea de educación nace en el siglo de las luces a finales del siglo XVII y el siglo XVIII, donde la interrelación entre sociedad, educación y Estado se fusionan hacia un proyecto de civilización, que partía desde un razonamiento ordenador y modelador hacia la emancipación humana. Pero este ideal, empezó con el pie izquierdo. Los valores, saberes y virtudes comenzaron a construirse a partir de una normativa que legitimaba el uso y abuso de la violencia contra las mujeres. Un referente histórico de la cultura moderna es Jean Jacques Rousseau, precursor del Estado democrático y de la igualdad social.  En el tratado filosófico Emilio o la educación, dice que: “las hijas deben ser siempre sumisas” (Rousseau, 1979, p. 517), y a lo largo de todo el tratado, se pueden encontrar pautas sobre cómo debe ser la educación de las niñas:

Generalmente, las niñas son más dóciles que los muchachos (…) y también debe hacerse mayor uso de la autoridad con ellas (…). Acostumbrad a las niñas a que se vean interrumpidas en sus juegos  a que las llamen para otras ocupaciones sin que murmuren (…) Es preciso acostumbrarlas a la sujeción cuanto antes; hay que acostumbrarlas a que resisten todos sus caprichos, para someterlos a las voluntades ajenas (Rousseau, 1979, pp. 515-517).

En esta breve cita, a modo de ejemplo, encontramos las bases de un relato que se instaura como norma en el proyecto del Estado nación moderno. Hay una larga lista de pensadores que en la actualidad –en escuelas y en universidades– continúan siendo los referentes y precursores del pensamiento sobre la igualdad social y la democracia. Tampoco se trata de borrarlos de la historia, pero sí es importante, desarrollar e incentivar los análisis críticos en el alumnado sobre este tipo de textos y relatos, que directa o indirectamente, legitima la violencia contra las mujeres.

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Señalar que en las instituciones educativas se continúan validando estas prácticas, no es del todo disparatado. Es preciso asumir, que hay una fuerte ideología patriarcal sentada en lo más profundo de las estructuras sociales, y que, la educación no se encuentra alejada de estas estructuras. Henry Giroux (2004) en su libro Teoría y resistencia en educación señala con total claridad que la ideología actúa en la producción de significados, normas y reglajes sociales, así como también, sobre los objetos y categorías de análisis, y que estas a su vez, estructuran el proceso de pensamiento de las personas: “el significado es producido, representado y consumido (…) siendo la escuela y los paquetes curriculares, una de las esferas de reproducción de los discursos ideológicos” (p.197). En la misma línea, Michel Foucault (1980) advierte que, es en el espacio escolar donde se despliegan las normas y la regulación de conductas, instaurando saberes, inculcando hábitos, formas de pensar y comportamientos. “Todo sistema de educación es una forma política de mantener o modificar la adecuación de los discursos, con los saberes y los poderes que implican” (p. 20).

imagesPor lo tanto, tiene sentido reconocer que la educación no se encuentra fuera de una ideología, y que esta, se concibe y construye desde una norma hegemónica, androcéntrica y patriarcal, marcando las pautas sociales, culturales y de práctica. Por ello, es válido proponer una mirada hacia el interior de la educación y detectar aquellos relatos y discursos que perpetúan la violencia y el menosprecio de todo lo considerado, lo femenino. Es el momento, para dar un giro histórico-cultural y comenzar a darle la palabra a quienes han estado silenciadas dentro del ámbito académico y en la producción del conocimiento.

Es cierto que la escuela no es el único medio de socialización de las personas, pero sí, es un lugar concreto que sirve de referencia para la construcción de conocimientos, de relaciones sociales y formas de subjetividad. Ante esto, es indispensable repensar la educación, y que esta, sirva de plataforma para tachar las relaciones de poder entre hombres y mujeres. De igual forma, es ver a la escuela como un lugar privilegiado para iniciar la transformación social y cultural, hacia una cultura de paz y solidaria. Es pertinente precisar, que este cambio también implica por enfocar una crítica sobre las intersecciones entre raza, clase y género y detectar aquellos discursos de poder y de violencia que recaen sobre estos.

Desde el año 2004, en la Universidad de Valencia, en España, se están generando propuestas para replantear el sistema educativo frente al pensamiento dicotómico y estereotipado por razones de género. Esta propuesta apunta hacia una educación para el cuidado. Como indica la profesora Victoria Vásquez (2012): “Se trata de una propuesta pedagógica que va a la raíz del fenómeno de la violencia de género y la desigualdad entre los sexos”  (p.163). De igual forma, Neil Noddings (2011), investigadora de la universidad de Stanford y pionera en la ética del cuidado en el ámbito escolar, explica que, esta propuesta busca estimular en el alumnado identidades morales que rechacen la legitimación del uso de la violencia. Y que, la currícula escolar debe orientarse a desarrollar en alumnos y alumnas temas como el cuidado de personas dependientes, habilidades para el bienestar familiar, la educación ética en la familia, la educación afectivo-sexual, la nutrición y preparación de alimentos, la economía doméstica, el desarrollo infantil, entre otros. Todos estos temas están vinculados históricamente como tareas propias de las mujeres en el espacio doméstico. Y como se puede ver, las reflexiones y la propuesta pedagógica que plantean las autoras, de incluir la educación para el cuidado en la currícula escolar, es el inicio de un camino hacia la transformación de la cultura. En otras palabras, para lograr que las generaciones futuras puedan transgredir las desigualdades y violencias por razones de género, la currícula escolar y el profesorado debe brindar las herramientas –prácticas, cognitivas y emocionales–  para fomentar la de-construcción de toda práctica que perpetúe la violencia contra las mujeres.

Para educar en el valor de la igualdad entre mujeres y hombres, es necesario enfrentar las pautas culturales y sociales vigentes (…) Si verdaderamente se quiere educar a una ciudadanía que participe en beneficio del bien común, se ha de ayudar a que niños y niñas, varones y mujeres desarrollen las competencias necesarias para el cuidado en todos los ámbitos de la vida (…) y de esta manera, generar, un desarrollo basado en la ética del cuidado y la relación que tiene con la construcción de paz, sostenibilidad ambiental, la inclusión social y el pleno disfrute de los derechos humanos de todas las personas (Vásquez, 2014, p. 171).

 

-Corina Castillo C.-

Bibliografía consultada.

Foucault, M. (1980). El orden del discurso. Barcelona, España. Tusquet.

Giroux, H. (2004). Teoría y resistencia en educación: una pedagogía para la oposición. México, D.F. Siglo XXI editores, s.a.

Noddings, N. (2011). Peace education. Berkley: University of California Press.

Pateman, C. (1995). El contrato sexual. Barcelona: Anthropos.

Rousseau, J. (1979). Emilio o la educación. Barcelona-Buenos Aires: Bruguera-Edición      especial.

Skiliar, C. (2008). Conmover la educación: ensayos para una pedagogía de la diferencia. Buenos Aires. Noveduc libros del Centro de publicaciones Educativas y materiales didácticos S:R.L.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

AVANZADAS DEL IMAGINARIO

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No seguir en la misma

Me pregunto qué sucede que no logramos ver ni entender qué es lo que nos tiene atrapados y por qué casi todos los pensadores llegan a un punto en el que paralizan su indagación sin percibir este límite y, menos aún, que es transitable (…) Mientras más cercanos estamos a los espacios y lugares de la cultura, mientras más admiramos “lo culto”, más difíciles son los abandonos y los desprendimientos necesarios para transitar a otras lógicas, a otras maneras de vivir.

Hoy ya nadie está tan enceguecido para no saber, en la penumbra de su pensamiento, del fracaso civilizatorio en el que estamos. Seguir pensando dentro de las lógicas culturales masculinistas es no conectarse con la potencialidad y necesidad de otra forma de civilización. Cuesta reconocer el miedo al vacío, al quedarse sin modelos y sin tanques, sobre todo para los creadores apegados a sus productos, planteados como “únicos posibles”. Éste es otro límite ciego.

Seguir pensando el feminismo dentro de esta misma cultura autocomplaciente es negar la biografía de las mujeres y su potencialidad civilizatoria. No sé cuántas mujeres han logrado mejorar o cambiar sus relaciones económicas o de vida por el feminismo, pues la masculinidad trampea siempre la realidad y la historia. Suma y resta, multiplica y divide, solamente a su manera. No importa quién sostenga circunstancialmente el poder y el diálogo. No hay argumento que me convenza de que estamos mejor con el acceso de las mujeres al sistema cuando el mundo está peor, y no voy a hacer un listado de las guerras, de los pobres, de los refugiados, del desastre ecológico, del genocidio, del infanticidio, ni de Bin Laden ni de Bush ni de Sharon y, hoy, no puedo dejar de mencionar a la iglesia católica, que para mantenerse protege a sus curas pedófilos, trasladándolos de lugar y multiplicando así sus víctimas con una inmoralidad a prueba de los tiempos. Este listado
infinito me parece más que latero y quien lo desconozca o lo lea como avance, no vale la pena. Los medios masivos de información están inundados de estos relatos cínicos complacientes al sistema. No nos cuenten cuentos de género, porque si como género estamos relativamente mejor(?), como humanidad estamos peor.

Me pregunto si nos sentimos o no parte de esta humanidad. Me pregunto si esto no es -al menos- complicidad con el avance de la deshumanización. Tal vez no sea tan burdo como en la Edad Media para afirmar que los conocimientos de las mujeres provienen de su conexión con los varones, el diablo y los demonios, pero siguen contándonos cuentos a las mujeres… “siempre estamos mejor que antes”.

Esta manera de atrapar y desactivar las posibilidades de imaginación de lo humano para salir de la cultura vigente ha estado especialmente focalizada en las mujeres pensantes. Desde su misoginia y su dominio, el sistema detecta cualquier atisbo de capacidad y legitimidad en el pensamiento de las mujeres, pues no hay mayor peligro para su poder masculinista; el horror de perder sus hegemonías y privilegios les produce un bloqueo, una “histeria” imposible de transitar. Organiza especialmente sus diálogos con las mujeres desde el poder de la institución; además, atrapa la historia del feminismo, relatándola, desde la conveniencia de la masculinidad para legitimar siempre la feminidad, producto cultural de ellos mismos, y les otorga “igualdades” siempre “diferentes”, según sus convenientes valores inmodificables e inmanentes.

La vida que queremos inventar algunas mujeres

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La historia de nosotras como mujeres no existe, estamos sumergidas en la historia guerrera de la masculinidad. Los hombres han escrito las historias que han necesitado para significarse, construir sus sistemas de poderes e identidades: la de los héroes y guerras, la de sus colaboradoras femeninas, la de los pensadores, la de los dioses (aún tenemos varios caminando por el planeta); incluso, la de sus contradicciones, sus diálogos y discusiones. (…) Estas identidades están basadas en las consanguinidades en nombre del padre: las razas, que a su vez están marcadas por la territorialidad y entrelazadas con los valores aceptados por los pensadores constructores de sus conjuntos ideológicos, políticos y religiosos, a los cuales debemos adherirnos (identidad).

Necesitamos una genealogía que nos sirva a nosotras, para así proyectarnos como seres que producen historia y cultura. Cuando hablamos de una genealogía de mujeres, debemos tener claro qué queremos y cómo queremos la vida; es una decisión política y filosófica. Nuestros cuerpos son los instrumentos con los cuales tocamos la vida, son nuestros ecosistemas informantes, por eso, nuestras experiencias corporales de mujeres son como la tierra firme para pensar y sentir. Este cuerpo pensante, desde la NO masculinidad-feminidad, está pendiente en una historia nuestra.

Para entendernos no basta un mínimo común de ideas reivindicativas ni compartir biografías de maltrato. Las reivindicaciones, vengan de donde vengan, son cómplices de lo establecido y son lamentables. Sin tener una visión aproximadamente común de lo que sostiene la masculinidad-feminidad y el rechazo a sus valores, métodos y lógicas no podemos juntarnos a proponer proyectos de futuro ni a construir la genealogía que necesitamos. Son proyectos contrarios, no complementarios. Uno es lo que hace con sus circunstancias y no al revés.

El desprendimiento de esta cultura significa no solo un rechazo total, sino salir a un afuera de ella, verla y conocerla, sin apegos y en libertad; es una forma de encontrar el fondo del fondo y desde ese lugar, romper y traspasar los límites; desde ese lugar hacer política civilizatoria. Convocar a quienes estén dispuestos a ensayar otras maneras de construir lo humano. Juntarse en un aprendizaje responsable de actuancia pensante, sin maternidades y paternidades ocultas.

Todo esto se hace en soledades, pero fundamentalmente se hace en relaciones entre personas que se juntan a imaginar y a crear proyectos civilizatorios, a rediseñar los espacios pensantes, espacios políticos y espacios enseñantes. Ensayar, de verdad, a estar expresada, sin negociaciones externas ni internas; al estar expresada, estar dispuesta a modificar y modificarse, a desaprender las sutilezas del dominio, enfrentarse, sin miedo y en capacidad, con las ideas establecidas y sagradas, ponerlas en cuestión, salir de los lugares comunes y del buenismo, y todo esto hilado y actuado desde lo íntimo, lo privado y lo público; es decir, en la relación con una misma, en nuestras relaciones interpersonales y en la relación con la sociedad. Éstas son las Avanzadas del Imaginario.

Margarita Pisano
Movimiento Feminista Radical del Afuera
“Avanzadas del Imaginario”
Abril, 2002

Para leer completo el artículo pueden ir a: http://www.autistici.org/lapeste/wp-content/uploads/2013/11/SOBREFEMINISMOLIBERTARIO.pdf